“basta advertir el surgimiento y consolidación de la empresa Carnaval S.A., como institución en la cual se reconfiguran las políticas publicas y privadas bajo un criterio empresarial, que luego se transformará y se verá enfrentada a diversas facciones de la fiesta.”: Jaime Olivares.

“A partir de la década de los sesenta, y como consecuencia del deterioro social y económico de Barranquilla, se redujo notablemente la presencia del sector privado, y predominó el poder decisivo de la clase política local sobre el carnaval; ella introdujo sus prácticas y, con ellas descompuso la fiesta”: Adolfo González Henríquez.

Según lo que señala García Canclini, el carnaval se ha convertido en una especie de escenario donde se hace evidente “…el juego entre la reafirmación de las tradiciones hegemónicas y las parodias que la subvierte, pues la explosión de lo ilícito esta limitado a un periodo corto y definido, luego del cual se reingresa en la organización social establecida. La ruptura de la fiesta no liquida las jerarquías ni las desigualdades, pero su irreverencia abre una relación mas libre, menos fatalista, con las convenciones heredadas”.

“en esta época no se puede seguir pensando que las únicas políticas validas para las fiestas de las ciudades sean las de conservar y rescatar; las ciudades se han transformado, su dinámica es mayor hoy y, en muchos aspectos los festejos se transforman, por lo que es importante comprender esa mecánica de la ciudad… cada fiesta es única, las recetas uniformes son un absurdo conceptual”: Mirtha Buelvas.